viernes, noviembre 25, 2005

(Cap.1)Pónme un copazo, por favor.

-Pónme otro copazo, por favor.
-Lo mismo de siempre ¿no?
-¿Tu que crees?
El camarero de siempre me hacía la misma pregunta de siempre, llevaba tomándome las primeras copas de la mañana en este bar desde hacía ya 3 años, y siempre me preguntaba lo mismo. Debe ser duro ser camarero, seguramente es aburrido si no te habla nadie, pero yo no iba a hablar, sino a beber, y el camarero ya sabía qué tomaría y cómo lo quería.
Llevaba trabajando en ese bar 5 meses, y aprendía rápido, a los 5 días ya sabía cómo ponerme las copas,eso si, después de que le pusiera las pilas...

-Pero vamos a ver chaval, ¿cómo te llamas?-le dije esa primera vez.
-Tomás señor.
-¿Y qué coño es esto Tomás?-pregunté señalando el vaso.
-Pues un güisqui con cola como me pidió.
-No Tomás, esto es una mierda, ¿no ves que huele a mierda?
-No le entiendo señor.
Le expliqué como se ponian las copas, acababa de graduarse en hostelería y todavía no sabía poner copas, seguramente nunca había bebido porque si no sabría que las copas con tres hielos saben a agua, sabría que la proporción exacta es 1 parte de güisqui por 1 de cocacola, ya que si no no sabe a nada, y también sabría que no se le pone limón.
Ahora ya no tengo queja, sus copas son las mejores de la cuidad, pero sigue intentando hacer de los clientes amigos, y yo no quería amigos.

Era una mañana soleada, yo como siempre me levanté a las 8 de la mañana y me fuí al bar a tomarme las dos primeras copas de la mañana con mis 8 pitillos, 4 por copa. Normalmente no fumo tanto, pero es que hoy estaba nervioso.
Que rica estaba la copa, la segunda siempre me sabe mejor, eran las 9 y alguien entra por la puerta del bar y se sienta en la barra.
-¿Tienes tapas de pescao?
Era él, esa era la cosigna, asi que le pedí fuego.

Llegué a mi casa impaciente y vi el papel que me había pasado disimuladamente, había una combinación de números: 23-42-43-21-05-11. Ya os explicaré cómo él lo sabía, pero esa era la combinación ganadora de la primitiva de mañana, y esa noche, no pude dormir.
No sabía lo que iba a hacer con tanto dinero, y esta noche Tomás se llevaría una sorpresa. Llegué al bar a las 10, después de haber forzado la cerradura de la casa de Tomás e instalarle una mesa de mezclas, con una colección de vinilos importante y unos altavoces con claridad de sonido inigualable.

-Pónme un copazo, por favor.
-Lo mismo de siempre, ¿no? Hoy llega un poco tarde...
-Tú sí que llegarás tarde mañana a trabajar.
-No le entiendo señor.
-Ya me entenderás, estas de suerte, mañana hablaremos...y llámame Antón.